miércoles, 28 de enero de 2009


Era uno de los primeros días de otoño y las hojas comenzaban a caer, cubriendo así el suelo con un tono marrón que dejaba un paisaje melancólico y precioso. Decidí sentarme en uno de los pequeños huecos que las hojas no habían cubierto, me deje caer hacia atrás y me quede mirando el cielo. Las nubes cubrían totalmente el cielo y empezó a correr esa brisa que precede a una tormenta. Pero me daba igual, desde pequeña me gustaba la sensación que había en ese momento en el aire, me inavadía de una paz inmensa y me hacia olvidar el mundo. Sin darme cuenta me había quedado dormida, me despertó una diminuta gotita que se cayó sobre mi cara.


Comenzaba a llover.


Veía como la gente corría a su casa, eso es algo que nunca entendí, yo prefería caminar despacio dejando que las gotas dejaran parte de su vida en mi, me encantaba llegar a casa empapada en lluvia y sentarme delante de la chimenea con un chocolate caliente y oyendo el sonido de las gotas en mi tejado.

3 comentarios:

  1. Gracias por tu comentario Cande :-) yo que saco ahroa un ratito de tiempo, quiero decirte que a mí tb me gusta mucho lo que escribes. Este fragmento en concreto tiene la sutileza que se esconde en las cosas corrientes, y eso me gusta. También, a veces, llego empapada a casa :-P

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  2. a mi tambien me encanta la sensación de llegar empapada a casa, y me encanta ver desde la ventana como la gente corre de un lado hacia otro para refugiarse de la lluvia mientras yo estoy calentita en casa.

    te agrego!;)

    un besazo enorme!*

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  3. Es curioso lo que puede encontrar uno por la blogosfera.

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