domingo, 4 de enero de 2009


El día en que irrumpió en mi vida era un día normal. Salí a la calle como todos los días de verano, dispuesta a comerme el mundo.Caminaba tranquila por la calle encima de unos tacones que me hacían ver el mundo desde otra perspectiva. Miraba escaparates mientras en mi I-Pod sonaba Fito cantándome, que como yo, siempre estaba soñando. Llegue hasta el parque donde jugaban los niños y donde yo hacía lo mismo durante mi infancia, me sentí tan embriaga por los recuerdos que decidí sentarme en un banco a recordarme en aquellos niños.Me quede allí durante varios minutos y supongo que estaba tan absorta que ni me entere de que un chico se había sentado a mi lado. Le mire y me recorrió un escalofrío, no sabía porque pero tenía que hablarle. No era nadie especial, tal vez solo era un chico del montón pero había algo en su sonrisa que lo hacía especial. Me decidí y le dije “Hola” que se convirtió en una conversación durante horas. Cuando nos fuimos sentía que tenía que volver a verle, pero no sabía cómo.Pasaban los días y yo me desesperaba, pero cuando más desesperada estaba y mientras mataba el tiempo en frente del ordenador, se abrió una ventanita, alguien quería ser mi amigo. No podía creer lo que veía, era el chico del parque. Ese chico que ahora duerme a mi lado.

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